Los arquitectos conservadores de la Alhambra
Es a finales del siglo XVIII e inicios del XIX cuando la restauración de monumentos comienza a ser considerada como un bien cultural. Dos tendencias se desarrollan durante el S XIX: restauración y conservación. Para los restauradores el objetivo fundamental era devolver el monumento a un estado semejante al de su momento de mayor esplendor. Para los conservacionistas, la restauración era un mal en sí mismo. Sus axiomas eran “Conservar, no restaurar” y “Restaurar es otro modo de destruir”.
José Contreras Osorio, arquitecto por la Academia de San Fernando (1833) es nombrado “Encargado De Las Obras De Fortificación Y Seguridad De La Alhambra”. En 1847 su hijo Rafael es nombrado “Restaurador Adornista” por Isabel II. Entre 1850 y 1860 se produce un trasiego de arquitectos encargados de las obras. Entre ellos se encuentra Francisco Contreras. Tras la revolución de 1869, Rafael es nombrado Director de las Obras de Conservación y Restauración de la Alhambra. Su hijo Mariano Contreras Granja, graduado en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, le sucede en la Dirección y Conservación de la Alhambra en 1890. Con su dimisión en 1907 se cierra el periodo en que los Contreras gobernaron en la Alhambra, siendo en todo momento la restauración la teoría que inspiró sus actuaciones en la búsqueda del mayor esplendor del monumento.
Modesto Cendoya es nombrado Arquitecto Director de la Conservación tras la dimisión de Mariano Contreras. Cendoya es partidario como los anteriores de las teorías restauracionistas, pero en un momento en que los partidarios de la mera conservación van adquiriendo fuerza en las instituciones mantiene con ellos viva la polémica “restauración – conservación” a lo largo de los 17 años, hasta 1923, en los que ocupa el cargo. En junio de 1918 se aprueba el Plan General de conservación, reparación y consolidación de todas las edificaciones alhambreñas elaborado por Ricardo Velázquez Bosco. Este plan es de una importancia fundamental para la historia del recinto. La inacción de Cendoya respecto al mismo sería la causa de su destitución en 1923.
La Dirección general de Bellas Artes nombró para sustituirlo a Leopoldo Torres Balbás, un arquitecto firme defensor de la teoría de la restauración conservadora que imperaba en Europa. La base del trabajo de Torres Balbás la constituye el Plan General de Conservación redactado por Ricardo Velázquez Bosco y la principal característica de las intervenciones que realizó entre 1923 y 1936 es el respeto a todas las épocas por las que había pasado el monumento. Una minuciosa investigación histórica marcaria la pauta de los trabajos de este arquitecto. La bibliografía recoge la idea de que la Alhambra que hoy vemos es la Alhambra de Torres Balbás.
Cesado Torres Balbás en 1936, fue nombrado Arquitecto-Conservador Francisco Prieto-Moreno. Entre la bibliografía sobre este arquitecto cabe reseñar las publicaciones de la doctora en Historia del Arte por la UGR Aroa Romero Gallardo. De acuerdo con ella, cuando Prieto-Moreno llega a la Alhambra en 1936 debe hacer frente a una escasez tremenda de medios económicos y materiales, por lo que no es de extrañar que en una primera etapa la mayor parte de los trabajos sean de mera conservación. A mediados de los años cincuenta los ingresos en el Patronato de la Alhambra comienzan a aumentar gracias al creciente turismo. En este contexto se enmarca una de sus aportaciones más relevantes al recinto monumental: su visión de futuro y su capacidad para acondicionar el conjunto monumental a la visita pública mediante el diseño de las infraestructuras necesarias. Entre ellas, el puente de conexión Alhambra-Generalife, junto al Secano, y otras propuestas como la de habilitar el acceso a la parte superior de la Torre del Cubo en la Alcazaba, para que sirviera de mirador hacia el Albayzín.
Autora del artículo: María Domingo García.





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