El espacio femenino
Con motivo del Día Internacional de la Mujer, reflexionamos sobre el espacio femenino en al-Andalus a través de algunas de las piezas de la colección permanente del museo. El espacio vital es el ámbito territorial que necesitan las colectividades y los pueblos para desarrollarse, según el Diccionario de la Lengua Española. Es un espacio muy bien definido en sociedades y culturas a lo largo de la historia, que está jerarquizado y reglado. Cada individuo ha tenido su papel y su espacio vital dentro de una cultura, de una sociedad o de un pueblo, espacio que lo ha definido en su comunidad. Un ejemplo claro de esto lo tenemos en las sociedades patriarcales donde el hombre ha desarrollado las funciones sociales, económicas y públicas en espacios públicos, mientras que las mujeres, con excepciones, han desarrollado funciones más familiares y domésticas en espacios privados. En este último espacio es donde se ha desarrollado la vida, la educación, el trabajo y el ocio de la mujer musulmana en al-Andalus, la cual, al tener el deber de proteger y preservar el “honor familiar”, quedó emplazada al hogar y alejada de la vida pública. No se puede decir que la mujer estuviera cautiva en la casa, pues podía salir a los mercados, a los baños públicos en los horarios femeninos, a las mezquitas o cementerios, aunque el contacto con el género opuesto más allá del núcleo familiar era bastante escaso. Las mujeres de las familias de clase social alta tenían mayor responsabilidad ante esta labor de guardianas del honor, algo que hacía que tuvieran menos libertad y contacto con el mundo exterior, la urbe, siendo los palacios y casas los lugares donde ejercían las actividades de la vida cotidiana. Las mujeres de la clase media tenían más libertad en cuanto a su contacto con el exterior o con otros hombres que no fuesen de su familia, incluso ejercían oficios fuera de sus hogares cuando su condición (como ser viudas) o la necesidad lo requería. Es el caso de las comadronas, nodrizas, vendedoras ambulantes, katibas (secretarías), artesanas, curanderas, peinadoras, criadas o profesionales de lujo como cantoras o danzarinas, las cuales poseían una gran formación para deleitar con sus conocimientos. No obstante, la mayoría de ellas ejercían trabajos que se podían desarrollar en sus hogares por las facilidades que esto suponía para ellas. Estas actividades más hogareñas serían las de hilanderas, tejedoras, maestras… etc. Por tanto, la vivienda se convirtió en un espacio femenino de actividades domésticas, de oficios remunerados, de aprendizaje y de intercambios de conocimiento entre mujeres.
Gracias a los ajuares domésticos que se conservan en colecciones y museos, como éste de la Alhambra, esta vida íntima y cerrada a lo ajeno tras celosías se ha podido conocer mejor, y hoy se puede reproducir en nuestra mente de la mano de magníficas obras de los diferentes periodos de al-Andalus que en las salas del museo se conservan y exhiben. En nuestro recorrido por el espacio femenino veremos objetos de todo tipo, desde lujosas obras procedentes de los palacios a humildes ajuares de las casas de su entorno. En el ámbito de la vida doméstica femenina se distinguen varias actividades cotidianas, las cuales precisaron de un amplio conjunto de enseres y utensilios. Es el caso de los destinados a la cocina y a la preparación de los alimentos como marmitas, cazuelas, cuscuseras o queseras. Un ejemplo destacable de marmita lo encontramos en esta marmita califal de la Sala 2 del museo, vidriada interior y exteriormente, decorada con tallos espirilíneos y palmas y que refleja la elegancia creativa de los alfareros incluso en elementos cotidianos de cocina, signo evidente que nos muestra el lujo y ostentación de los palacios.
Junto a estos utensilios de cocina están los elementos portátiles para el cocinado de los alimentos, tales como los anafres, el tannur o el tabaq. Otra ocupación doméstica reservada a la mujer era el almacenaje de los alimentos, como el grano o los líquidos, los cuales se conservaban en grandes tinajas de cerámica, como las expuestas en la Sala 3. Se trata de tres magníficos ejemplares decorados con motivos geométricos, vegetales y con bandas epigráficas realizados mediante la técnica del estampillado.
Dentro de esta sala también es de destacar una panera nazarí con motivos decorativos similares a los de las tinajas.
Otra de las actividades domésticas femeninas es la del hilado y confección de tejidos, para cuya labor se utilizaban fusayolas, dedales, agujas, botones,etc. Buenos ejemplos de estos útiles se conservan en los fondos del museo, así como los laboriosos y admirables tejidos confeccionados con ellos en esmeradas técnicas y ricos materiales como la seda, que se puede ver en la Sala 7. Es el caso de este tejido de seda del S. XIV donde se pueden apreciar recalcados motivos decorativos sobre un fondo rojo, tales como tallos y palmas, que enmarcan una escena que se repite: dos leones rampantes entorno a un tallo principal a modo de Hom o árbol de la vida.
Por supuesto en el espacio femenino una de las actividades presentes es la del cuidado personal y la higiene, no solo como ritual, sino como coquetería femenina, algo que, en el siglo XIV, el cronista y visir nazarí Ibn al-Jatib evoca en sus escritos. Destaca sobre todo la coquetería granadina y describe las numerosas joyas que las mujeres casadas se ponían en fiestas y bodas, y que incluso llegaban a alquilar para determinados actos con la intención de destacar ante otras mujeres o exaltar el poder de su dinastía. Otra de las razones que afecta a la importancia del cuidado en la mujer se encuentra en el propio Corán, en la sura IV llamada “Las Mujeres”, donde se especifica cómo la vestimenta y los adornos ayudarán a éstas a provocar un mayor afecto del marido y a veces conseguir prioridad frente a las demás mujeres. En este entorno de cuidado y belleza se generó un gran número de utensilios como los empleados en la aplicación de pinturas y cosméticos, adornos, alfileres, agujas de bronce, adornos para el pelo; y, como no, las joyas, que en el periodo nazarí se desarrollaron de manera explosiva y que se elaboraron y vendieron en la Alcaicería. Una muestra representativa de este arte tenemos la fortuna de admirarlo en el arete nazarí de oro que conserva en la sala 7 del museo. Presenta una riqueza de labor de orfebrería propia de las familias nobles, a una de las cuales que debió pertenecer pues fue encontrado en el Patio de la Acequia del Palacio del Generalife.
Para finalizar nuestro recorrido femenino hay que subrayar que en estos espacios domésticos el ocio también estaba presente a través de elementos de distracción como instrumentos musicales, juegos de mesa y pequeñas formas cerámicas en miniatura que, según algunos autores, emplearon las niñas en sus juegos infantiles.