¿Sabías que la Alhambra se convirtió en principal fuente de inspiración del pintor Joaquín Sorolla?
Granada y, en general, toda Andalucía han sido referencias clave en los viajes de los numerosos artistas que, desde el siglo XIX, encontraron en el sur de España un territorio pleno de valores culturales diversos que iban a contribuir, sin duda, a enriquecer el universo plástico de aquellos que vivieron la experiencia del viaje como parte del proceso creador. Entre las escalas del viaje al sur peninsular, la visita al Conjunto Monumental de la Alhambra y el Generalife era obligada. Su condición de ciudad palacio nazarí conservada a lo largo de los siglos y, muy especialmente, su emplazamiento en la colina de la Sabika, entre los valles de los ríos Darro y Genil, con Sierra Nevada como horizonte y la fértil vega granadina como límite territorial, convertían su visita en una auténtica experiencia estética. Cuando Joaquín Sorolla visita por primera vez Granada, en marzo de 1902, en el contexto de un viaje más amplio por otras localidades de Andalucía, lo que más le impresiona de la ciudad fue Sierra Nevada. Las imponentes cumbres cubiertas de nieve ofrecieron al pintor la oportunidad de valorar una topografía paisajística excepcional que le causaría una gran impresión, hasta el punto de considerarlas lo más destacado de este primer viaje al sur. Quizá este fuerte impacto resultó determinante para decidir las próximas estancias del pintor en la ciudad en noviembre y diciembre de 1909, febrero de 1910 y más tarde en febrero de 1917. La producción granadina de Sorolla la constituyen cuarenta y seis paisajes realizados durante esas tres campañas en sesiones muy rápidas, estando la mayoría dedicadas a Sierra Nevada y a la Alhambra, aunque también pintó algunas vistas del Albaicín, del Sacromonte y del propio monumento, captado desde el Albaicín. Prácticamente todas las materializó desde distintos sectores de la ciudad palatina, incluido el Generalife y su entorno, quedando registrada su solicitud para pintar en el libro de registro de artistas y fotógrafos que actualmente conserva el Archivo del Patronato de la Alhambra y Generalife. En noviembre de 1909 vino acompañado de su ayudante, el pintor Tomás Murillo, quien lo inmortaliza en un breve apunte al óleo sobre cartón, creemos que desde el paseo de las Torres del monumento. Este es el único testimonio que se conserva de la imagen de Sorolla pintando en la Alhambra, pues no se ha localizado ninguna fotografía de esos momentos de trabajo. Aunque su primera atención fue la Sierra, el artista iría descubriendo los detalles de un recinto que se le revelará paulatinamente hasta hacerse íntimo y personal. No es casual que los lugares que elige para pintar sean los patios y jardines de la Alhambra, aquellos en donde la luz construye y dimensiona las formas arquitectónicas, el agua incorpora sonidos propios y la vegetación complementa el ambiente aportando aromas y colores. Un espacio sensorial propicio para el disfrute y la contemplación, un auténtico locus amoenus (lugar ameno, placentero) que invitaba al retiro y a la reflexión intelectual. Al igual que Joaquín Sorolla, artistas internacionales de la talla de Maurice Denise o Henri Matisse, por distinta motivación, se sentirán atraídos por la estela de la Alhambra en esas mismas fechas, dejando constancia en sus obras del impacto que les produce la experiencia de este viaje.