Carmen de los Catalanes
El Carmen de los Catalanes forma una unidad en su sector suroeste con el Bosque de la Alhambra, conocido como Peña Partida.
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El Carmen de los Catalanes posee una extensión de 19.280 metros cuadrados, lo que supone un 25% aproximadamente de la superficie del entorno y bosque de la Alhambra.
Recibe el nombre por el origen de sus propietarios, la familia Miralles, quienes a comienzos del siglo XX adquirieron la propiedad a los herederos de Doña Isabel de los Cobos y Don Antonio Porcel (1775-1832), destacado jurista, académico y político liberal granadino, consejero de Estado y parlamentario en las Cortes de Cádiz.
En prueba de su amistad, Francisco de Goya les hizo unos bellos retratos que estuvieron en este carmen hasta 1887 en que fueron vendidos; el de doña Isabel se admira hoy en la National Gallery de Londres, mientras que el de Don Antonio se perdió en Argentina en 1906, durante un incendio.
En ese ambiente decimonónico embellecieron la finca, especialmente el jardín, con elementos y artificios de agua, senderos, pérgolas y miradores, imprimiéndole una idiosincrasia que aún se mantiene.
Durante la primera etapa nazarí fueron abiertos en el subsuelo numerosos silos para almacenar provisiones mientras se asentaba la dinastía en la ciudad y se organizaban las expediciones militares, todo ello en un amplio sector en cuyo ámbito territorial hubo al menos un gran cementerio urbano, además de servir de acampada al ejército, siendo utilizada la suave ascensión de la loma como escenario de paradas y desfiles.
Según avanzaba la Reconquista, muchos de esos silos se utilizaron también para encerrar a prisioneros cristianos y poderlos intercambiar por presos musulmanes. Según recoge la tradición, la madrugada del dos de enero de 1492 las tropas de los Reyes Católicos, procedentes del campamento de Santa Fe, penetraron por estos lugares encaminándose hacia la Puerta de los Siete Suelos para tomar posesión de la Alhambra.
La planimetría histórica nos ha trasmitido una configuración interior del carmen sin grandes transformaciones, con la presencia de dos torreones y un lienzo de muralla que, en unión de los silos, aseguran un potencial de información arqueológica inédita de gran importancia.
Igualmente destacable es la configuración de los distintos espacios ajardinados, con miradores ubicados en lugares estratégicos, buscando la integración de perspectivas e intimidad, tan características del tradicional carmen decimonónico granadino.
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