La Alhambra a través de los ojos de Torres Molina
Muchos no reconocerán su nombre pero probablemente sí habrán visto algunas de sus fotografías, pues gran parte de las instantáneas de la mitad del siglo XX de Granada proceden de la cámara de este reportero singular: Manuel Torres Molina. Nacido el 29 de septiembre de 1883, forma parte de una saga de fotografos granadinos comenzada con su tío José Torres Molina (en cuyo estudio de fotografía de la calle Mesones aprendió el oficio) y continuada por su hijo Juan. En 1905 se establece por su cuenta y en 1907 abre ?Foto Estudio? en la Acera del Casino, lugar el que tenía además su propio laboratorio de fotografía. En 1916 fundó la primera escuela oficial de fotografía granadina, asociada a la Escuela de Artes y Oficios y aprobada por Real Orden del Ministerio de Instrucción Pública, en la que dio clases de fotografía artística hasta 1953. Fue además corresponsal de ABC y Mundo Gráfico, entre otras diversas publicaciones, y desde su fundación trabajó para el periódico Ideal de Granada. Su cámara fue testigo privilegiado de los cambios de la Granada de mitad de siglo XX y captó no sólo la vida de la ciudad, sino también la intensa actividad que durante ese periodo se llevó a cabo en la Alhambra.
Fuente de la imagen: fondo documental del Ateneo de Córdoba
Torres Molina es una figura muy ligada al conjunto monumental granadino, pues el arquitecto conservador de la Alhambra Leopoldo Torres Balbás le encargó que fotografiase todas las intervenciones que se estaban llegando a cabo. En la amplia colección de fotografía del Archivo de la Alhambra hay cientos de imágenes tomadas por Manuel Torres Molina. Muchas de ellas son fotografías en papel en blanco y negro, pero también hay una gran cantidad de negativos en vidrio con la técnica de gelatino-bromuro. A través de su trabajo descubrimos el Partal del primer tercio del siglo XX, podemos ver las pinturas del Peinador del Reina o sitios cómo la Puerta de la Justicia. Pero su labor en el conjunto monumental fue sobre todo importante porque durantre trece años constató gráficamente los trabajos de conservación y mantenimiento que se estaban llevando a cabo. Sus instantáneas recogieron el estado de diferentes espacios antes de su restauración, como la Sala de la Barca. Realizó además de manera sistemática fotografías de las obras que se estaban realizando y a través de ellas podemos ver la intervención en el Jardín de Lindaraja o el momento en el que se apuntalaba la galería en el Pabellón Sur del Generalife. Las excavaciones en la Alhambra también están documentadas gracias a sus fotografías, como por ejemplo, las que se llevaron a cabo en el antiguo cementerio o Rauda. Para el Museo de la Alhambra su labor fue igualmente fundamental. Fotografió muchas de las piezas que hoy forman parte del museo, como este alicatado, un brasero o una yesería nazarí; su cámara captó también las habitaciones de Washinton Irving cuando albergaba las piezas del museo. Pero no sólo se interesó por documentar y su vena artística queda patente en su búsqueda de los detalles, como en esta imagen en la que retrató el Jarrón de las Gacelas Gracias a su labor quedaron registradas de manera sistemática las diferentes piezas arqueológicas que iban apareciendo en las excavaciones y que pasarían a formar parte del museo. Un ejemplo esta lápida, en la que se puede ver incluso una regla para mostrar su escala, o un capitel que iba a ingresar en los fondos. De algunas se sabe hasta la fecha exacta en las que se fotografió, como esta imagen de unas piezas de yesería y cerámica hecha el 29 de septiembre de 1944. También se interesó por mostrar elementos anecdóticos, como una página del libro de firmas de la Alhambra correspondiente a noviembre de 1855 o unos clavos de una puerta de madera.Y momentos del día a día del monumento, como una visita a la Sala de los Reyes por parte de un grupo de niños y adultos, civiles y militares; o una imagen de la plaza de los Aljibes preparada para una representación. Su labor no sólo estuvo ceñida a la Alhambra y fotografíó muchos de los monumentos andalusíes del Albaicín, como el Bañuelo, el Corral del Carbón, o la Casa del Chapiz. Manuel Torres Molina fue un hombre polifacético: trabajaba para la prensa, hacía fotografía artística, preparaba sus propias emulsiones y era docente. Formó parte de la amplia generación de reporteros gráficos andaluces de posguerra y está entre los grandes artistas de la fotografía nacional, como queda reflejado a través de los diferentes premios y menciones que consiguió en vida. Para la Alhambra su trabajo tiene un gran valor documental, histórico y científico, pues a través de sus fotografías podemos reconstruir una intensa etapa de la historia reciente del monumento y estudiar muchas de las piezas que hoy forman parte del museo. Si queréis conocerlo más, os invitamos a descubrir y disfrutar de su legado a través de la amplia colección de fotografías y negativos que se custodían en el Archivo de la Alhambra: obra de Manuel Torres Molina.
joselulu / 10 years ago
Loable labor la del actual equipo de responsables del monumento. Especial felicitación para Mar Villafranca. Ante el actual adocenamiento de mediocridad en la cultura local, un bravo para ese resurgir. Sean Scully en la Capilla del Carlos V, místico, como si de Houston y M. Rothko se tratara. Grandes expertos y comisarios, como Eduardo Quesada, que amablemente atendió mi pregunta de porqué las esculturas no estaban visualmente exentas en la expo de nuestro escultor local…………