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DEL PATRONATO DE LA ALHAMBRA Y GENERALIFE

02 noviembre 2022

Las torres del Secano: torres de Juan de Arce, Baltasar de la Cruz, Capitán y Bruja

Desde la torre del Agua, la muralla gira hacia occidente y se adapta a la orografía de la Sabika, que en ese flanco sur es mucho más suave, menos accidentada y, por tanto, más difícil de defender que en su flanco norte. Poco se conoce de los orígenes nazaríes de la torre de Juan de Arce o de su compañera hacia occidente, la torre de Baltasar de la Cruz. Incluso, la información que tenemos de estas en época renacentista es también escasa. Sus nombres proceden de finales del siglo XVI, lo cual, junto con otros datos conservados en el Archivo de la Alhambra, nos informan de su uso tras la conquista como vivienda de soldados de la guarnición alhambreña.

Como ocurre con la mayor parte de torres de este flanco sur, su estructura era muy sencilla y sus cortinas de murallas siguen la tónica general del resto de la fortaleza, estuvieron almenadas en época medieval, permaneciendo así tras la conquista cristiana y hasta el último cuarto del siglo XVI, en que los obsoletos merlones comenzaron a desaparecer de las murallas, sustituidos por parapetos de piedra de Alfacar. A finales del siglo XVIII las dos torres estaban coronadas por pequeñas viviendas en sus plataformas y ambas torres eran atravesadas por el adarve de la guardia. Toda la zona de murallas que va desde la torre del Agua hasta el baluarte de las Cabezas o del Olivo, estuvo protegida desde la época de los Reyes Católicos por una falsabraga y un foso seco, elemento este último indispensable para la guerra pirobalística.

En 1812, a la partida del ejército napoleónico las torres fueron minadas y sufrieron tan graves daños que sus estructuras acabaron por desaparecer. En el plano que Rafael Contreras hizo de la Alhambra a mediados del siglo XIX, ninguna de las dos torres existía ya y en fotografías de inicios del siglo XX, la línea de murallas que va desde la torre del Agua hasta la de Siete Suelos, es una única cortina recta sin torres intermedias. Modesto Cendoya desescombró el foso entre Siete Suelos y la torre del Agua, devolviendo estas torres a la luz, y en su plano ya aparecen de nuevo como tales torres. Pero sería finalmente Leopoldo Torres Balbás el que las rehiciera, cerrando poco antes de 1936 el perímetro fortificado de la Alhambra, hasta entonces salvaguardado de forma muy sencilla y perentoria.

Entre 1960 y 1961 se acabó de rehacer la parte superior de este sector de murallas y en 1964, Prieto-Moreno elevó hasta su altura original la torre de Baltasar de la Cruz permitiendo el paso por su adarve. En esta intervención, Prieto-Moreno apostó por dejar el ladrillo reconstructor de forma visible, para dejar claro lo que había sido restaurado diferenciado claramente del tapial original. A su vez dotó a la torre de una pátina blanquecina, color original que debieron de tener las torres y murallas, aunque para que no destacaran en exceso le dio una mano de agua mezclada con tierra alpañata. Prieto-Moreno abrió tres ventanas en la torre que seguramente en origen no habían existido, pero que quizá sí habían sido añadidas en época cristiana cuando la torre era usada como residencia militar. También la dejó sin cubrir, lo que originó daños por filtraciones. En el año 2003 se intervino de nuevo en esta torre, se cubrió para protegerla y e le dio el aspecto que actualmente tiene.

Al igual que al oriente de la puerta de Siete Suelos, a occidente, otras dos torres menores la reforzaban y aseguraban. Eran las que hoy en día se denominan torre del Capitán y torre de la Bruja que, además de esos nombres, recibieron otros, relacionados con los soldados que las habitaron. Las torres fueron restauradas varias veces a lo largo de los siglos XVI y XVII, y sirvieron siempre como residencia a escuderos y soldados de la guarnición alhambreña. Fundamentalmente se restauraron sus terrados que se filtraban y los tejados de las pequeñas viviendas que las coronaban, remozando también sus tramos de muralla. Estas torres eran de las más sencillas de la fortaleza y eran atravesadas por el adarve, usado como paso por la guardia.

De las dos torres, la que resultó más dañada durante las explosiones de principios del siglo XIX fue la torre de la Bruja, mientras que la torre del Capitán se salvó milagrosamente, siendo la única del sector que se conserva en su forma original. Ambas fueron restauradas en 1839 y continuaron siendo usadas como residencia por vecinos de la Alhambra. La restauración definitiva de esta torre fue llevada a cabo por Leopoldo Torres Balbás poco antes de 1936, quien mantuvo el único vano existente en ella. En 1942, tras la demolición del hotel Siete Suelos, Prieto-Moreno intervino en estas murallas y les dio el aspecto que hoy mantienen. En esta restauración se usó un tapial con hormigón a base de cemento y tierra alpañata, dejando sin cerrar los mechinales que formaban el armazón del tapial con objeto de dar salida a las humedades del terreno y obtener un mayor efecto de autenticidad, colocándole sillares de piedra de Alfacar en la coronación del paño para evitar la acción de los agentes atmosféricos.

Fuente: Murallas, torres y dependencias de la Alhambra de Juan Antonio Villar Sánchez

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