Carlos Ballesta: “Granada está en deuda con Ignacio de las Casas”

Se podría decir que una llamada telefónica fue el inicio de El proscrito de Granada (Ediciones Miguel Sánchez), la novela histórica que acaba de publicar Carlos Ballesta. Lo que parecía ser la mañana de un domingo cualquiera del escritor, médico y filántropo -que vive entre Madrid, Barcelona y Granada- con Gemma, su esposa, tomó un giró inesperado cuando su amigo Miguel lo llamó al móvil.

“Estoy en el Rastro y he visto algo que te puede interesar”. Se trababa de un manuscrito en pésimo estado que a simple vista carecía de valor e importancia. Sin embargo, en la primera página ya dejaba ver de qué se trataba: la historia de los libros plúmbeos, tal como ocurrió, contada por el padre de la Compañía de Jesús, Ignacio de las Casas, en 1.604. Quizás lo que Carlos nunca imaginó fue que el hallazgo de aquel documento sería el primer paso para emprender un proceso de investigación sobre este personaje, en el que –como él mismo confiesa- aprendió mucho y dio como resultado El proscrito de Granada.

Para conocer más detalles sobre esta novela –de la que hablará con los participantes del Club de lectura de la Alhambra, el 24 de abril en el Carmen Aben Humeya? me reuní con el escritor en su consultorio de Granada. Me recibió con la bata de médico puesta, su acostumbrada pajarita de colores en el cuello y con la pasión que siente cada vez que habla de sus libros.

El primer capítulo del libro trata de cómo nació la historia. Me llamó mucho la atención que no lo escribiste en primera persona.

No suelo yo escribir en primera persona.

¿Por qué no te gusta?

Porque rechazo el protagonismo. Yo considero que cuando las cosas van bien es el resultado del trabajo de todos, cuando van mal es culpa mía, pero eso es en todo

¿Eso también lo aplicas en la cirugía?

Sí. Como digo yo: no piden las raíces premios porque den flores las ramas y todo el mundo “¡ay, qué bonita la flor!”, “¡qué bonita la rama!” pero las raíces están debajo. Y eso lo he aprendido. Considero que es importante lo que está debajo, tanto o más que lo que está arriba.

Por lo general, los escritores escogen las historias que quieren contar, pero pareciera que esta fue al revés, que te escogió a ti, a través de tu amigo Miguel.

Si. Lo que ocurre es que yo escribo en función de si encuentro algo que considere de interés, es decir, yo no escribo por escribir. Todo lo he hecho porque ha habido un manuscrito, porque ha habido algo que me ha enganchado y me ha obligado a investigar y el memorial que encontramos fue lo que me hizo investigar, porque yo desconocía el personaje totalmente. A medida que fui investigando me fue enganchado (Ignacio de las Casas) y luego me fue obligando a que hiciera estudios, a analizar tesis doctorales, que profundizara en el tema de las religiones que yo, como la mayoría de los lectores, muchas cosas desconocía.

Miguel, tu amigo, ¿se leyó el libro?

Si.

¿Y qué te ha dicho?

Que es un poco fantasiosa la primera parte (risas)

¿Crees que Granada está en deuda con Ignacio de las Casas?

Sí, sin lugar a dudas. Está en deuda porque creo que ha sido uno de los grandes personajes de Granada. Él se merece un reconocimiento.

El año pasado dijiste que te gustaría que Ignacio de las Casas tuviera una estatua en la ciudad. ¿Sigues con ese proyecto en mente?

Voy a plantearlo en el ayuntamiento. Gómez Moreno nació en el Albaicín, vale, es una personalidad, un catedrático, pero este hombre (Ignacio de las Casas) influyó en cambiar el mundo. Él no fue el fundador de la Compañía de Jesús, evidentemente, pero ayudó con su forma de pensar a que los Papas cambiaran dictámenes; por ejemplo, que se estudiara árabe en la universidad, que antes no se estudiaba. Era un teólogo muy reputado. Yo creo que tiene un peso como para que Granada lo tuviera en consideración.

El libro es quizás, sin darte cuenta, un homenaje de tu parte a Ignacio de las Casas.

Yo creo que se merece tener una escultura en El Albaicín. ¡Si no tenemos un albaicinero más importante que él!

Hablemos del titulo. ¿Cuándo lo tuviste claro?

Desde el momento en el que se tuvo que ir a Ávila y no puede volver a Granada es un proscrito. Y ahí te das cuenta que tienes que ponerle que es un proscrito, pero ni siquiera de la ciudad, sino un proscrito del poder económico-religioso de la ciudad.

¿Cuánto tiempo te tomó escribir el libro?

Año y medio, casi dos años.

Cuando hablamos por teléfono para que El proscrito de Granada formara parte del Club de lectura de la Alhambra de este año, me dijiste a manera de broma que ibas a volver a leer la novela. ¿Cómo te sientes cuando te lees de nuevo?

Yo la releí lentamente para corregir algunos errores que hubiera cometido. Yo he aprendido muchísimo con esta novela. Me he dado cuenta que engancha y que culturiza. El problema que le encuentro es que la veo demasiado científica, con un nivel demasiado alto para el lector aficionado, que es más para lectores que les gusta leer y también que se desmontan muchos mitos que en Granada existen y que son reales y están documentados.

¿Qué sientes cuando terminas de escribir un libro?

Pagina pasada. Hay que mirar para adelante.

¿Y comienzas a pensar que tienes que escribir otro?

Si. De hecho estoy escribiendo uno. Casos complejos de resolución sencilla (risas)

¿De qué trata?

Es un libro para médicos, para cirujanos, y es de esas cosas que yo veo muy simple, que se pueden resolver fácilmente analizando la historia clínica de la persona, y que me llevan a decir: ¡pero cómo esto no lo han hecho! En cuanto a literatura, en este momento no tengo nada en mente porque no tengo ningún documento.

Hasta que caiga otro.

Si, hasta que caiga otro.

Entrevista realizada por Betty Hernández.